Transiciones alternativas; “Las otras” construcciones de la transfeminidad

A menudo tenemos una concepción muy básica de la construcción de la transfeminidad. Por mucha deconstrucción por la que hayamos pasado ya, es inevitable cimentar nuestras ideas sobre normatividades transmisóginas que limitan nuestras esencias y nuestras identidades, tanto a nivel político como personal, aunque a veces cueste diferenciar lo uno de lo otro. Para muestra, un botón.

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Una puede pensar que está libre de pecado porque entiende que los genitales no definen nuestro sexo y que, por tanto, no todas las mujeres trans deseamos operarnos los genitales. Sin embargo, a día de hoy, todavía nos cuesta asimilar que una mujer trans quiera y pueda estar toda su vida sin voluntad de, por ejemplo, introducirse un miligramo de bloqueadores de testosterona o de estradiol en el cuerpo, con todo lo que ello implica. Cuidado; con esto jamás pretendo invalidar las transiciones más comunes, ni contribuir de ninguna forma a que se dificulte el acceso a los recursos necesarios para transitar.

Entonces, ¿hasta qué punto sabemos lo que significa la expresión “existe un proceso de transición por cada mujer trans”? ¿Somos conscientes de la enorme variedad de elementos que pueden diferir de una transición a otra, y de la compatibilidad de combinaciones a priori inimaginables?


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